4/10/2018

Reflexión-La Carreta

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La Carreta

Esta es una muy buena reflexión que me encontré y me parece que es digna de compartir con quienes visitan este espacio.    


Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó: 
- ¿Además del cantar de los pájaros, escuchas alguna cosa más? 
Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí: Estoy escuchando el ruido de una carreta. 
- Eso es - dijo mi padre- Es una carreta vacía. 
Pregunté a mi padre.: - ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos? 
Entonces mi padre respondió: - Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace. 
Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y menospreciando a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo: 
Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace. 
La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas. 
Y recuerden que existen personas tan pobres que lo único que tienen es dinero. 
Y nadie está más vacío que aquel que está lleno de egoísmo, de un supuesto Mi Mismo.

Reflexión sobre los derechos Humanos

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Una Cátedra de derecho

Una mañana entraba el nuevo profesor de “Introducción al Derecho” a su clase, lo primero que hizo fue preguntarle el nombre a un alumno que estaba sentado en la primera fila:

- ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Juan, señor.
- ¡Vete de mi clase y no quiero que vuelvas nunca más! – gritó el desagradable profesor.

Juan estaba desconcertado. Cuando reaccionó se levantó torpemente, recogió sus cosas y salió de la clase. Todos estaban asustados e indignados pero nadie dijo nada. 

- Está bien. ¡Ahora sí! ¿Para qué sirven las leyes?… Los estudiantes seguían asustados pero poco a poco iban tratando de responder a la pregunta: “Para que haya un orden en nuestra sociedad” “¡No!” contestaba el profesor “Para cumplirlas” “¡No!” “Para que la gente mala pague por sus actos” “¡¡No!! ¿Pero es que nadie sabrá responder esta pregunta?!”… “Para que haya justicia”, dijo tímidamente una chica. “¡Por fin! Eso es… para que haya justicia.

Y ahora ¿para qué sirve la justicia?” - Todos estaban molestos por esa actitud tan grosera. Sin embargo, seguían respondiendo: “Para salvaguardar los derechos humanos” “Bien, ¿qué más?”, decía el profesor. “Para discriminar lo que está bien de lo que está mal”… Seguir… “Para premiar a quien hace el bien.” - Ok, no está mal pero… respondan a esta pregunta ¿actué correctamente al expulsar de la clase a Juan?….

Todos se quedaron callados, nadie respondía.
 – Quiero una respuesta decidida y unánime.
- ¡¡No!!- dijeron todos a la vez.
- ¿Podría decirse que cometí una injusticia?
- ¡Sí!
- ¿Por qué nadie hizo nada al respecto? ¿Para qué queremos leyes y reglas si no disponemos de la valentía para llevarlas a la práctica? Cada uno de ustedes tiene la obligación de actuar cuando presencia una injusticia. Todos. ¡No vuelvan a quedarse callados nunca más!

Vete a buscar a Juan- le dijo mirando fijamente a quien cuenta esta historia. Aquel día muchos recibieron la lección más práctica de su clase de Derecho.

  Cuando no defendemos nuestros derechos, perdemos la dignidad y la dignidad no se negocia.

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